viernes, 31 de julio de 2009

El TSJ valenciano se niega a estudiar un Protocolo para suspender juicios en que actúen abogadas con embarazos de riesgo.

El Consejo Valenciano de Colegios de Abogados (CVCA) envió a principios de mayo de este año una propuesta de protocolo a Sala de Gobierno del TSJ, consistente en que las letradas puedan pedir la suspensión de una vista durante el último mes de gestación o por riesgo de aborto durante un máximo de 60 días, junto con otras medidas comunes para ambos sexos, como un viaje al extranjero para formalizar una adopción (40 días), fallecimiento o enfermedad grave de ascendientes o descendientes en primer grado o cónyuge (10 días), e incluyendo una serie de excepciones como los juicios rápidos, las causas con preso, los desahucios, medidas provisionalísimas en derecho de familia, medidas cautelares urgentes o determinados casos del derecho laboral.
Este tipo de protocolo ya rigen en Cataluña y Andalucía, y trata a fin de cuentas de favorecer la conciliación de la vida familiar y laboral y, sobre todo, proporcionar seguridad jurídica a las y los profesionales que puedan verse en una de esas situaciones.
Pues no. Con el señor Juan Luis de la Rúa hemos topado. Este señor, presidente del más alto órgano judicial de la Comunidad Valenciana, es aquel del que el presidente de la Generalitat Francisco Camps manifestó que la relación entre ambos era más que amistad, debiendo "buscar en el diccionario la palabra que defina esta leal, íntima y sentida colaboración". En la misma situación nos encontramos al conocer esta noticia: necesitamos encontrar alguna palabra en el diccionario que no sea querellable y defina esta injusta, desigualitaria pero sin duda íntima decisión. No sólo se ha negado a tener la reunión solicitada para tratar la propuesta, sino que ha respondido en una breve nota por escrito -dos meses después- en la que señala que la solución a estas situaciones debe ser "estrictamente jurisdiccional, que obviamente exigirá un examen para cada caso en concreto, por lo que no estima procedente la firma de un protocolo al respecto".
Lo que es obvio es que en cualquier caso existiría un control jurisdiccional. Ninguna abogada embarazada en situación de riesgo, pongamos un ejemplo, se limitaría a decir "hoy me quedo en casa", sin más. Por supuesto que la tramitación del procedimiento previsto en el protocolo conllevaría acreditar su estado y cualesquiera otros requisitos relacionados con el supuesto concreto. Lo único que se buscaba, a fin de cuentas, era eso, seguridad jurídica, previsibilidad, que es lo mínimo que puede tener una mujer o un hombre, profesionales de la abogacía, cuando se encuentran en tal tesitura: si hago esto y presento estos documentos, el resultado será el previsto en el protocolo.
El Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana ha decidido que no, que cada abogada embarazada en situación de riesgo -sigamos con el ejemplo- habrá de soportar la incertidumbre de cada decisión particular de cada instancia judicial concreta. La presidenta del Consejo Valenciano de la Abogacía ha manifestado que esta decisión "vulnera el criterio de la Ley para la igualdad efectiva de hombres y mujeres e ignora la evidente incorporación de la mujer al mundo laboral, que otros órganos de gobierno de jueces, en distintas comunidades autónomas, si han valorado con un criterio acorde con la realidad social. Esta situación siempre va en perjuicio de las abogadas que se encuentran en estos supuestos, quienes no pueden saber 'a priori' si su asunto será o no suspendido". La clave quizá se encuentre en estas palabras: igualdad efectiva. Todo lo que "suene a eso" merece, en determinado ámbitos, un no preventivo, un en principio no revelador de la ideología que late, bulle y rabia tras la aparente neutralidad de los escritos jurídicos.
No deja de resultar significativo que esto ocurra en una Comunidad Autónoma en la que acaba de aprobarse una llamada "ley de protección a la maternidad". Parece que la maternidad preocupa en determinados casos y en otros no. Claro que emplear ese término quizá resulte inexacto en un texto legal (Cuarto Propio juristas profundizará en ello en los próximos tiempos) que únicamente 'subvenciona' la gestación, previa información preceptiva a la embarazada a cargo de 'organizaciones de defensa de la vida', y posteriormente ofrece alternativas de crianza como la adopción o el acogimiento.
En este contexto el propósito del Consejo Valenciano de la Abogacía no puede sino inspirar ternura por su ingenuidad. Esperemos, no obstante, que los numerosos jueces que en el día a día aplican e interpretan la ley de acuerdo con los fundamentos básicos que inspiran su profesión puedan reparar semejante dislate en sus decisiones individuales. Por fortuna, la sociedad es más libre y diversa de lo que muchos desearían.

Violencia de género: la forma de terrorismo de mayor gravedad en nuestro país. Reflexiones sobre un informe de AI.

Amnistía Internacional acaba de presentar el informe "España: Una vida sin violencia para mujeres y niñas", cuya lectura debería ser obligada para todos los responsables políticos, periodistas y opinadores (es decir, el 99% de la población española). En él se pone de manifiesto el alcance real de la violencia de género en nuestro país, que la configura como el mayor de nuestros problemas sociales y jurídicos. De entre las numerosas carencias que señala, una de las más básicas es la de una metodología adecuada en la producción y difusión de datos sobre el impacto de las diferentes formas de violencia contra las mujeres; empezamos, pues, por la dificultad de conocer de veras la magnitud del asunto, aunque la mera información de que se dispone nos habla de una forma de terrorismo que no sólo en el número de víctimas anuales, sino en los miles de procesos judiciales, medidas de protección activa ya acordadas, denuncias en su fase inicial de tramitación, etc., supera con mucho a cualquier otra actividad delictiva. Y ello sin tener en cuenta la, por desgracia, infinidad de situaciones que se viven en silencio, desde los micromachismos a las esporádicas y siempre intolerables agresiones físicas o psicológicas que se sufren a diario y no llegan al juzgado o la comisaría. En estos días de fuerte conmoción por los atentados de ETA no podemos estar más de acuerdo con un artículo del diario "Público" titulado "Hoy toca examen de indignación" en el que se reflexiona acerca de la presión que desde determinados medios de prensa se ejerce ante este tipo de sucesos, sometiendo a un examen al pensamiento progresista por ver si de sus palabras pudiese deducirse alguna fisura, alguna debilidad frente al terrorismo de ETA, un atisbo de mención al diálogo, etc. Al mismo tiempo llueven los comentarios encendidos que reprochan antiguos procesos negociadores como causas directas de estas muertes, y se exige, en definitiva, que todo el mundo exprese puntillosamente el mismo grado de indignación que aquellos que han hecho de este problema el único, el prioritario y el importante de nuestra sociedad democrática (pasados unos días, eso sí, será sustituido por la imprescindible 'reforma laboral' y las dificultades de financiación de las empresas). Es sorprendente cómo en lo que se refiere al efecto propagandístico, determinados medios y grupos patrióticos parece inverosímilmente aliados de la propia ETA; curiosos compañeros de viaje.
De ahí que resulte especialmente aconsejable la lectura de este informe de Amnistía Internacional para recordarnos que, junto con el innegable problema del terrorismo etarra, existe otro cuyos efectos son mucho más graves (y discúlpenos la caverna mediática semejante irreverencia): el de las diferentes formas de violencia contra las mujeres. Hasta tal extremo que en el punto quince de su apartado final de recomendaciones se propone "Impulsar legislación y otras medidas que aborden el derecho de las víctimas de violencia de género, y en su caso a sus familiares, a una reparación justa y oportuna que comprenda indemnización, restitución, rehabilitación, satisfacción y garantías de no repetición. Dicha ley debe tomar como referencia los derechos previstos a las víctimas de actos de terrorismo por la Ley 32/1999, así como desarrollar las obligaciones a cargo del Estado".
No queremos imaginar la reacción que provocaría en esos medios y personas a que hacemos referencia la adopción del tal medida de justicia por parte del gobierno español. Se calificaría de aberración, por cuanto la violencia de género nada tendría en común con la otra, al no venir causada por un grupo organizado con un soporte ideológico. Criterio previsible en quienes no entienden o quieren entender este fenómeno como la manifestación más explícita de un sistema de pensamiento y ordenación social configurado a lo largo de siglos: el machismo, el patriarcado, el androcentrismo o como lo queramos calificar. Así visto, resulta irrelevante el hecho de que los agresores no se conozcan entre sí u obedezcan órdenes de un centro de mando común; por el contrario, ninguna otra forma de violencia se manifiesta tan persistente, articulada en rasgos comunes y generalizada como la de género. Defender lo contrario, al fin y al cabo, es defender el sistema de poder que la sustenta. Poderosas razones tendrán algunos.

miércoles, 29 de julio de 2009

"La prostitución es un trabajo tan respetable como cualquier otro" (y las hordas androcéntricas partiéndose de risa y tirando de billetera...).

Uno de los últimos posts de Cicatrices Transgénicas (siempre irónicas y atinadas) pone el dedo en la llaga acerca de ciertos discursos relacionados con la prostitución, cuestión que nos preocupa igualmente y a la que queremos hacer referencia en esta entrada. Y es que el título entrecomillado que la antecede se ha convertido en un tópico de lo políticamente correcto. Con él no se hace referencia a la necesaria legalización de la prostitución, la cobertura social de tal actividad tan frecuentemente sometida a abusos inimaginables. Es claro que nadie con dos dedos de frente puede negarse a que las prostitutas cuenten con todo el amparo sanitario, policial, jurídico, etc., de forma que ninguna mujer se vea obligada por alguien a ejercer, y que existan medios que les permitan desarrollar el trabajo en condiciones mínimamente dignas. La frasecita de marras, sin embargo, encuentra su cabal representación en la última película de Pedro Almodóvar ('Los abrazos rotos'), y en un artículo reciente de Javier Marías. En el caso del cineasta, uno de los lugares comunes que rodea a este artista afortunado es que se trata de un “director de mujeres”, síntoma evidente de los más bien escasos requisitos que se exigen para optar a semejante título. Y es que si las fuentes cinematográficas y literarias de Almodóvar pueden estimarse variadas en aspectos tales como la dirección propiamente dicha, en la creación de personajes femeninos parece existir un único modelo inspirador: la copla española. Es decir, un modelo inmóvil desde hace cincuenta años, conformado por mujeres que, permítasenos la grosera expresión, avanzan en la vida “a golpe de coño”, que no pasan de putas o amantes cuya vida gira obsesiva e inevitablemente en torno a un hombre, siempre envueltas en historias muy “pasionales”, si me dejas me mato o te mato o te mato y me mato. En la película "Los abrazos rotos" tenemos a un par de chicas: la primera de ellas es secretaria de uno de los empresarios más importantes de este país, pero antes ha ejercido de prostituta ocasional y ahora lo hace cuando necesita especialmente dinero; cualquiera que tenga un mínimo trato con el mundo empresarial sabe que esto es de lo más común, vamos… El caso es que la chica lo deja todo por el empresario, para llevar vestidos repletos de oros, y cuando quiere iniciar tímidamente una carrera de actriz, no duda en seguir acostándose con él para que “su nuevo hombre” (¡ole!), un director de cine, acabe la película. En el otro lado tenemos al personaje interpretado por Blanca Portillo, una especie de ayudante o secretaria –de nuevo- totalmente dedicada a la carrera del director, que en un momento dado tiene un hijo con él pero no se lo dice como para no molestar, y que cuando el otro se lía con la actriz, en un arrebato típico de la pasión española (¡olé de nuevo!), se venga. En una película de Almodóvar es imposible que un personaje femenino tenga estudios superiores, sea independiente y actúe sin seguir necesaria e inevitablemente, como por condena divina, los dictados de “su coño”. Los hombres, sin embargo, son brillantes o brutales, pero siempre misteriosos, machotes, buenos amantes y con un punto crueles que los hace irresistibles, al parecer. Eso sí, cómo no, siguen necesaria e inevitablemente los dictados de “su polla”. El artículo de Javier Marías no va mucho más allá de esta sarta de tópicos, si bien aparece disfrazado de defensor de la mujer por aquello de ensalzar la dignidad de la prostitución.
De acuerdo con este criterio resulta perfectamente “respetable” –suele emplearse esa expresión- el hecho de que cualquier mujer decida, en un momento dado, alquilar su cuerpo para que un hombre tenga relaciones sexuales con ella, por aquello de completar el sueldo o acceder a algo concreto a lo que éste no alcanza. El razonable rechazo a todas las imposiciones del pensamiento fascisto-eclesial que convirtieron este país en un yermo intelectual suele provocar estos efectos; antes la iglesia pretendía controlar la sexualidad –bueno, en realidad persisten-, y ahora esa visión “políticamente correcta”, entre bobalicona y buenista, que antes prefiere el todo vale al opino que no, eso sí, siempre que se trate de casa ajena, porque en la propia tenemos las cosas muy claras. Vamos a ver: después de tanto esfuerzo intelectual y profesional de mujeres admirables en la lucha por lograr la igualdad de derechos y oportunidades, se nos quiere convencer de que una chica puede repetabilísimamente optar por sacarse un buen sueldo acostándose con señores con posibles. Cada vez que una de esas supuestas actrices de los famosos y legendarios books se pasa por la cama del encantador empresario del ladrillo, debemos “respetarla” y “aplaudirla” del mismo modo que a la actriz que tiene que trabajar diez horas en algo que no le gusta y pasar de casting en casting con una fe infatigable en su vocación; o, en general, del mismo modo que a la universitaria que madruga a las cinco de la mañana para estudiar y obtener los mejores resultados con el fin de aspirar a una beca que le permita desarrollar un trabajo intelectual en un campo concreto de la ciencia; o la trabjadora manual que lleva a cabo el mismo trbajo que sus compañeros, pero cobrando menos; o la profesional liberal, por ejemplo en nuestro campo, que pone contra las cuerdas al mismo empresario ladrillero en un juicio, defendiendo a sus trabajadores, al interés público medioambiental o al propietario al que han tangado una parcela. Según ese criterio buenrollista, igualmente respetable es el trabajo de esa letrada al que hacemos referencia que el de una compañera que, en vista de lo complicado que resulta abrirse camino en el mundo laboral, opte por solicitar su inclusión en el book. Pensamos que en toda sociedad debe existir una axiología compartida, seguramente inspirada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, por supuesto laica, y revisora permamente de las tradiciones, de forma que las someta a juicio sin reparos, pero que tampoco los tenga en aceptar de ellas lo que convenga al bien común. Y una de las cosas que en nuestra opinión benefician ese bien común es el rechazo a esa equiparación de modos y actitudes a que hemos hecho referencia. Javier Marías sostiene que a fin de cuentas todos “alquilamos” algo cuando trabajamos. Pero seguramente en el mundo en que vivimos no haya nada que a los ojos del arrendador resulte tan expresivo de las diferentes “categorías” entre unos y otros como el intercambio sexual. Tal vez en una sociedad futura y mejor, donde el patriarcado se quedase en un recuerdo, mujeres y hombres fuésemos por completo iguales en todos los ámbitos, y el sexo estuviese despojado de las connotaciones que aún lo condicionan, sería posible que cualquiera de nosotros optase por ese alquiler corporal a cambio de un precio con la misma asepsia con que contratamos o somos contratados para cualquier otra tarea. Pero en el mundo en que vivimos, no es así. Cada vez que se suelta la frasecita “la prostitución es un trabajo tan respetable como cualquier otro” o se nos presenta –como en la película de Almodóvar- tan común y corriente que una profesional de cierto nivel en cualquier momento pueda optar por prostituirse para ganar unas perrillas, los puteros adinerados se parten de risa. Una de las cosas que nos sorprendieron cuando comenzamos a vivir y trabajar en el "levante español" es la costumbre –corroborada por varios testimonios fiables- de que las reuniones empresariales –siempre entre hombres, por supuesto, ellas nunca están en las mesas donde se decide la cosa- culminen con una buena comilona de arroz con conejo y caracoles, vino abundante, copas y licores, y la visita fraternal a un “puti” de lujo. Pues bien, en la medida en que insistamos en la idea de que la abogada –por seguir con el ejemplo- que a las diez de la mañana les proporcionaba un dictamen técnico podría estar esa misma tarde abierta de piernas en el camastro hortera del club de postín, y que todo ello es “perfectamente respetable”, nos prguntamos cómo podremos seguir defendiendo la igualdad salarial, y de acceso al poder, la conciliación familiar, etc. Los derechos de la mujer como igual. En definitiva, nos vamos a permitir dar un consejo a la adolescente lectora que probablemente no tenemos: estudia, trabaja, conviértete en una profesional brillante, disfruta del sexo todo lo que te apetezca –acuéstate con quien quieras, enamórate o no lo hagas, diviértete y sé feliz-, pero nunca permitas que durante media hora o una hora te conviertan en hueco carnoso a cambio de precio, nada, a sus ojos, te minusvalorará tanto, te lo aseguramos; no creas a quien te dice que cuando echas doce horas frente a un ordenador, inundada por papeles, “te cosificas” igualmente. No es lo mismo, no para ellos. No les hagas el juego.
Hace no mucho César Vidal, ese defensor de libertades, decía en su prédica nocturna de la COPE que por culpa de Zapatero (o sea, de la crisis financiera mundial a la que nos han abocado los bancos y el sistema capitalista descontrolado…aunque el decía simplemente “Zapatero”, no sabemos si será una manera de resumirlo…) muchas chicas “normales” están optando por ejercer de prostitutas (entre ellas una profesora conocida suya), línea que para las mujeres parece muy natural cruzar, según esto, como si estuviese en su esencia –no se oyen tantas noticias sobre tíos en el paro que se hagan prostitutos, qué curioso-. Como vemos, este argumento parte de la misma “naturalidad” y “respetabilidad” existente entre la profesión de prostituta y profesora, de forma que sólo la necesidad de dinero explicaría una y otra. Vamos, que las mujeres con una notable formación intelectual sólo ejercen la profesión para la que han estudiado si van bien la Bolsa o el PIB, y si no, putas. En definitiva, se nos está vendiendo como una opción "natural" para el sexo femenino (no así para el masculino, insisto), y esa es la trampa de la supuesta "respetabilidad". La solución que proponemos no pasa, por supuesto, por demonizar a las prostitutas; sino, como siempre, por educar en igualdad y acabar con el patriarcado. Entretanto, que los puteros recojan la billetera, se traguen su risa, se encierren en el baño y recurran a su imaginación.

lunes, 27 de julio de 2009

La puntada subversiva

El denominado arte feminista surge a finales de la década de los años 1960 recogiendo los esfuerzos y logros del movimiento feminista para hacer más visible el arte realizado por mujeres dentro de la historia del arte y la práctica artística, alterando los valores tradicionales en rechazo de la objetualización sexual de la mujer y demandando una igualdad social y de derechos.
Estas artistas se dedicaron a explorar en qué eran diferentes de los hombres y se preguntaron de qué manera podía expresarse el "ser femenino". Para ello, situaron sus obras en su experiencia social como mujeres partiendo de la aceptación de la experiencia femenina como diferente a la de los hombres, pero igualmente válida. El principio clave de las feministas era el despertar de la conciencia, definido por las teóricas como el método de usar la propia experiencia como la forma más válida para formular análisis político. La lucha no era simplemente para dar el voto a la mujer o abrirle espacios profesionales, sino que intentaban rediseñar el papel de la mujer en la sociedad afirmándose como grupo, para hacer un frente común a la opresión.
Así, en vez de hacerse la pregunta "¿quién soy yo?", comenzaron a preguntarse "¿quiénes somos nosotras?"; explorando la identidad colectiva de las mujeres.
Sólo como parte de la comunidad, las mujeres individuales podían entenderse como seres humanos. Por eso, el tema del cuerpo femenino fue uno de los primeros asuntos de identidad compartida en explorarse.
Pero la definición de mujer no era únicamente biológica sino política: el poder feminista era el poder de la mujer como parte de un grupo de mujeres. Y esta actitud abrió el camino del cambio político en la sociedad y la puerta hacia la creatividad y la novedad en el arte.Las feministas celebraron el cuerpo femenino y su poder biológico: querían liberarlo de las exigencias sociales impuestas sobre él, de ser un objeto sexual o maternal, de ser perfectas según los estándares masculinos y cumplir con las exigencias de la moda. Las feministas hacían de sus experiencias corporales tema artístico para abstraer el cuerpo de la mujer de la mirada masculina y sus exigencias. En sus palabras, pretendían "descolonizar el cuerpo femenino".
El arte feminista se propuso cambiar el cuerpo femenino de objeto pasivo a agente comunicativo. Crearon imágenes corporales para un público femenino e incluso para la mirada lesbiana. Asimismo, trataron el hasta entonces inusual tema del dolor de la mujer a través del arte. Por ejemplo, Hanna Wilke registró en una serie de fotografías el desarrollo del cáncer que la llevó a la muerte.
Otras artistas feministas vincularon su cuerpo con la naturaleza en un sentido mítico y primordial. Así, usaron sus cuerpos en rituales asociados con sitios naturales para restaurar la relación entre la naturaleza y los seres humanos. Por ejemplo, la artista cubana Ana Mendieta en su trabajo "siluetas" (1975) imprime su propio cuerpo en el paisaje.
Otro de los temas por el que se preocuparon las feministas fue el del medio ambiente, los movimientos ecologistas y la renovación espiritual del mundo moderno.
La mayoría trataron de no usar las técnicas más comunes, como la pintura sobre tela, y así, por ejemplo, el feminismo artístico incluyó una revalorización de las artes tradicionales practicadas por las mujeres a lo largo de la historia, como el bordado, los tejidos, el crochet, el macramé, el patchwork y otras artesanías atribuidas al quehacer femenino. Las feministas decidieron honrar de ese modo la creatividad que siguió los caminos de las artes menores, porque otros estaban prácticamente vedados. Con ese propósito reutilizaron la decoración que practicaban sus abuelas y dieron nueva vida a estas formas, desafiando el sistema de valores del orden cultural del cual provenían. Se identificaron, pues, con la tradición femenina, pero le dieron un sentido político-social. También recuperaron patrones decorativos "exóticos", como el musulmán o el japonés pues querían liberar esas expresiones de la marginación impuesta por el "machismo eurocentrista". Las feministas se enfrentaban así al esquema dominante occidental, a través de formas decorativas consideradas "femeninas" o amaneradas.

El feminismo artístico adquiere así protagonismo con el uso de elementos procedentes de las actividades que la sociedad ha relacionado tradicionalmente con la artesanía femenina, como son las labores de costura o bordado.
Son muchas las mujeres artistas que han utilizado dichos elementos –hijos, lanas, tejidos…- para llamar la atención sobre la marginación a la que ha estado sometida la actividad artística femenina relacionada con este ámbito de la costura o el bordado y para poner de relieve y reinvidicar la expresividad estética del mismo con materiales que sugieren un mundo de sensaciones táctiles y visuales relacionadas con experiencias corporales.
Por supuesto, el arte feminista ha utilizado en sus obras medios nuevos, como el video, la fotografía, las performances, el arte ambiental, etc. Pero en esta entrada, vamos a poner nuestro punto de mira sobre las “artes decorativas tradicionales", como medio de expresión e hilo conductor de una serie de artistas y sus trabajos.

Las obras de algunas de las artistas que citamos fueron tachadas, tal vez injustamente en su día, de “esencialistas” precisamente tanto por los medios utilizados como por esa “celebración” y “revalorización” de la feminidad. No obstante, en nuestros días parecen haber cobrado una nueva importancia. Amelia Jones, en su artículo “¿Cerrando el círculo? 1970-2008. El regreso del arte feminista”, nos habla de que “se trata de un extraño bucle histórico que vuelve a traer el feminismo a la primera plana aun cuando (desde principios de la década de los noventa) muchos eruditos de los medios de comunicación de masas se hayan dedicado a proclamar el fallecimiento del feminismo o su reecarnación como “post”.

En 1981, Rozsika Parker y Griselda Pollock publican "Old Mistress: Women, Art and Ideology", uno de los principales hitos bibliográficos de la genealogía conformada por la teoría artística femenina. En esta obra, utilizando impecables métodos de investigación, deconstruyen las estrategias con las que se ha escrito la historia del arte, en la cual, con frecuencia, las obras realizadas por mujeres han sido primero devaluadas y después frecuentemente apropiadas, en un ejemplo que demuestra una triple marginación por medio del género, la localización y el medio de producción. Así por ejemplo, hacen referencia a pintores abstractos y hard-edged neoyorkinos que nunca reconocieron su deuda con las mujeres artistas de la tribu de los navajo a pesar de que ha quedado clara constancia de que no eran en absoluto unas anónimas tejedoras. “Parker y Pollock evidencian cómo las narrativas normativas y tradicionales han distinguido entre la esfera de lo propiamente artístico –masculina y masculinizada, y de naturaleza intelectual- y la esfera de lo artesanal, poniendo de manifiesto que mientras que lo artístico-masculino se ha definido siempre por su vocación y dimensión pública, lo artesanal-femenino se ha distinguido, por el contrario, por su circunscripción al dominio de lo privado.”
Estas son las artistas que comentaremos:

Pennina Barnett y la exposición: La puntada subversiva

En 1984, Rozsika Parker publica su libro "The Subversive Stitch: Embroidery and the Making of the Feminine" en el que abre un nuevo camino al relacionar la historia del bordado con la historia social de las mujeres. En él, analiza a través del bordado las cambiantes ideas de feminidad y los papeles adscritos a las mujeres desde la época medieval, en la cual aquél era considerado como una forma elevada de arte y practicado tanto por hombres como por mujeres, hasta su denotación actual como “artesanía
femenina”. La autora argumenta que la relación del bordado con las mujeres ha sido ambivalente: “se convirtió tanto en un medio para educar a las mujeres en el “ideal femenino” como en un arma de resistencia a los imperativos de éste: una fuente de placentera creatividad y de opresión”. En 1988 con el título común La Puntada Subversiva, la artista Pennina Barnett organiza dos grandes exposiciones, “El bordado en la vida de las mujeres 1300-1900” y “Mujeres y tejidos en la actualidad”, inaugurándose en mayo de 1988 en The Withworth Art Gallery y en Cornerhouse (ambas en Manchester).
Las muestras, si bien deben su título al libro de Roszika Parker, no se habían pensado inicialmente como traducciones literales de esta obra. Se proponían renegociar las definiciones de arte/artesanía y femenino/feminista a raíz de los debates que previamente se habían desarrollado en círculos académicos especializados. Así, en la muestra histórica “El bordado en la vida de las mujeres 1.300-1.900”, se incluían unas 200 piezas, desde bordados eclesiásticos hasta banderas sufragistas, escogidas por la relevancia en el contexto social del bordado, en el cual son fundamentales la clase y el género.
Por su parte, en la muestra “Mujeres y tejidos en la actualidad” se planteaban cuestiones acerca de la relación entre las mujeres, los tejidos y la feminidad e implícitamente acerca del sistema de valores de las artes visuales, jerárquico y condicionado por el género.
Sin embargo, más que abrir nuevos puntos de vista y discusiones al respecto, estas muestras fueron acogidas tanto por la crítica como por el público como una especie de “cierre del debate”, razón por la que P. Barnett, en un artículo publicado un año mas tarde (1989) se hace las siguientes preguntas: ¿cuales son las estrategias más efectivas para las feministas que trabajan
como conservadoras y como críticos? ¿qué tensiones se ponen de manifiesto al presentar obras de mujeres?, ¿cuáles son las implicaciones tanto para las mujeres como para el trabajo con tejidos?
Germaine Greer, profesora de literatura inglesa en la Universidad de Warwick en Inglaterra y feminista, en un artículo publicado en “The Independent”, el 3 de octubre de 1988, afirmó que “el bordado es un arte que vive y alienta, cuyo sitio es el hogar, no los museos, los cuales representan para ella el depósito de una cultura masculina muerta. Ve el bordado contemporáneo como una de las actividades artísticas femeninas tradicionales, análoga a “las habitaciones y jardines que crean las mujeres, los alimentos las flores y hierbas que cultivan… la tela que tejen” Considera que las artistas de “Mujeres y tejidos en la actualidad” comparten una “disposición a entrar en una polémica sobre el arte que no es típica de las mujeres artistas”
Así, Barnett se pregunta si la evocación de Greer sugiere un vínculo natural entre las mujeres, naturaleza y artesanía reflejando un discurso dominante del feminismo de los años setenta puesto que el tejido llegó a ser sinónimo de recuperación y renacimiento de las tradicionales artesanías femeninas. Este planteamiento suscita la siguiente pregunta ¿es posible hablar de actividades de mujer, mujeres o incluso mujeres como categorías fijas? ¿Cómo se pueden relacionar estos discursos de celebración/deconstrucción con el libro y las exposiciones de La Puntada Subversiva? Barnett sostiene que las dos muestras pretendían asociarse a estrategias deconstructivas y desestabilizadoras y provocar lecturas nuevas y críticas, intervenir activamente en los discursos dominantes, en deuda con la obra de Rozsika Parker, así como con cierto número de exposiciones temáticas de los setenta y los ochenta centradas en los tejidos, las cuales eran partícipe de los discursos del feminismo y de la nueva historia del arte. Como ha expresado Jane Wolf, si bien las estrategias celebratorias pueden ser útiles para movilizar las conciencias y ofrecer nuevas y positivas imágenes de las mujeres, son ingenuamente esencialistas e insatisfactorias porque ni plantean como problema la categoría “mujer” ni analizan su construcción (Feminine Sentences, pags. 6-7). La posición esencialista asume que todas las experiencias de las mujeres son las mismas con independencia de la edad, clase, etc. Por lo tanto, las estrategias “deconstructivas o desestabilizadoras” que ella considera más efectivas, ponen de manifiesto las limitaciones ideológicas del pensamiento masculino a la hora de crear un espacio para que las mujeres expresen sus diversas experiencias. Así, las teorías post-estructuralistas han sido útiles al proponer que el sujeto, en este caso “mujer” es construido en el discurso y en la representación y por tanto no es una categoría estable y unificada.
Rozsika Parker examinando la creencia de que “las mujeres bordaban porque eran femeninas por naturaleza y eran femeninas porque bordaban por naturaleza”, revela que lo que parecía natural e incluso fundado en la biología era en realidad artificial. Expone la creación de la feminidad como algo sociológicamente construido e inestable, que tiene significados diferentes según las clases, las culturas y los siglos. De manera semejante, el bordado, ya no una categoría unificada, se expande para incluir tanto las actividades de las clases que disfrutan del ocio como el trabajo de las clases trabajadoras. Se nos presenta una relación distinta con el pasado. Pensar tanto las “mujeres” como “la mujer” es tener en cuenta la realidad social así como la construcción social.
Por tanto, Barnett sostiene que las dos muestras pretendían asociarse a estrategias deconstructivas y desestabilizadoras y provocar lecturas nuevas y críticas, intervenir activamente en los discursos dominantes, en deuda con la obra de Rozsika Parker, así como con cierto número de exposiciones temáticas de los setenta y los ochenta centradas en los tejidos, las cuales eran partícipe de los discursos del feminismo y de la nueva historia del arte.

Judy Chicago

Patricia Mayayo , nos habla de que la obra "The Dinner Party" de Judy Chicago respondía a un doble objetivo. Se trataba, por un lado, de reescribir la historia desde un punto de vista femenino, alejándose de “la historia de él” (history) para adentrarse en la de “ella” (herstory), de recuperar toda una parcela del pasado que había sido sistemáticamente silenciada por la cultura patriarcal: “The Dinner Party”, señalaba Chicago a este respecto, “es un intento de reinterpretar la Ultima Cena desde el punto de vista de las personas que han preparado siempre la comida”. La obra aspiraba asimismo, siguiendo las exhortaciones de Virginia Woolf, a rescatar del olvido la herencia de las “madres”, a edificar una genealogía de mujeres eminentes de la historia occidental: “Tomando como punto de partida las sociedades prepatriarcales, "The Dinner Party" hace referencia al desarrollo del culto a la diosa Madre, reflejo de una época en la que las mujeres disfrutaban de poder político y social (…) La obra describe a continuación la destrucción paulatina a la que se ven sometidas estas sociedades ginecocráticas y el establecimiento definitivo de la hegemonía de los hombres sobre las mujeres y termina con “(Virginia) Woolf y (Georgia) O´Keeffe y los primeros intentos de restablecer una imaginería femenina”.
Esta se ha convertido en una de las piezas más emblemáticas y a la vez polémicas del feminismo contemporáneo suscitando una serie de virulentas críticas desde el propio entorno feminista, en primer lugar al reivindicar una tradición específicamente femenina. ¿Qué beneficios políticos reales cabía extraer de una obra que seguía relegando a las mujeres al ghetto de “lo femenino”? Por otra parte se le critica a Chicago que al pretender crear una obra maestra que le llevó más de seis años y veinte ayudantes, que no hacía sino reafirmar el concepto de genialidad o de grandeza.
En la obra de Judy Chicago, “The Birth Project” (1981-84), a lo largo de ochenta y cinco imágenes realizadas con técnicas propias de las tradiciones artesanales femeninas (bordado, macramé, petit point, crochet, etc.) intenta volver a dotara la maternidad del prestigio y
del poder sagrados de que gozaba en las primitivas sociedades matriarcales.
Frente a las acusaciones de esencialismo, Chicago aspira a reflejar con autenticidad la sexualidad femenina, otorgando a las mujeres la posibilidad de construir una representación de su propio cuerpo que no se vea filtrada por la mirada masculina, aunque como la propia Lippard, una de sus defensoras, dice “existe tan sólo una sutil frontera entre el uso que hacen los hombres de la imagen de la mujer para provocar una sensación de excitación visual y el uso que hacen las mujeres de la imagen femenina para denunciar esa misma objetualización”.

Harmony Hammond
Harmony Hammond es una pintora que trabaja sobre el arte feminista y reivindica el arte lésbico. Sus propuestas, como las Floorpieces (Piezas para piso, 1973)
buscaron la visualidad de la pintura utilizando las técnicas artesanales del tejido de tapetes con materiales sintéticos.En estas obras, fue creando a partir de tiras y harapos de mantas viejas y de segunda mano, una serie de manteles o felpudos, cosiendo esas tiras en formas circulares y depositándolas luego en el suelo de modo similar a una alfombra.



Magdalena Abakanowicz y sus “Abakans”


Esta artista polaca , tras la guerra decidió que su arte debía de representar una ruptura total y absoluta con el pasado reciente. Ello implicaba abandonar los materiales con los que se había fabricado dicho pasado. La artista intentó volver a conectar la experiencia humana con las condiciones existentes antes de la alienación y la brutalidad causadas por la industrialización. A mediados de los sesenta empezó a trabajar sólo con fibras naturales, como el sisal. Realizó estructuras tejidas de las dimensiones de una sala que una crítica polaca denominó Abakans en 1965. Abakanowich adoptó el nombre y lo empleó para referirse a sus obras a partir de entonces. “La fibra que utilizo en mis obras es vegetal y similar a la fibra de la que nosotros mismos estamos compuestos (…) Nuestro corazón está rodeado por el plexo coronario, el más vital de los hilos (…) Al manejarla fibra manejamos el misterio. Los nervios de las hojas secas recuerdan a una momia (…) Cuando la biología de nuestro cuerpo se quiebra, es necesario rasgar la piel para poder acceder al interior. Luego hay que volver a coserla como si se tratara de tela. La tela es nuestro revestimiento y nuestro atuendo. Confeccionada con nuestras propias manos, constituye un registro de nuestros pensamientos.”

Joyce Kozloff

A principios de los setenta, junto con Miriam Schapiro, comenzaron a investigar las tradiciones vernáculas del arte hecho por mujeres en un amplio abanico de culturas como formas adecuadas de creación del nuevo arte feminista. Colectivamente, esta tendencia pasó a ser conocida como “pattern and decoration movement”, reivindicando la decoración en el arte de carácter ornamental y en desacuerdo con el minimalismo con nuevos planteamientos en la
corriente figurativo-expresiva, "horror vacui" (motivo ornamental que ocupan la totalidad del espacio pictórico), neoexpresionismo y transvanguardia. La Pintura de Patrones y Decorativa está caracterizada por su clientelismo, formas estilizadas y depuradas, repetición de un elemento o modelo (patrón, plantillas de estampación), elementos figurativos primitivistas con efecto visual, collage de telas estampadas y papeles pintados. El uso formal que hacían las artistas de los estampados procedían de las artes artesanales, como la cerámica, el tejido y otras artesanías y criticaba la “pureza” de la abstracción geométrica y el uso peyorativo con frecuencia asimilado al género femenino del término “decorativo”.
Kozloff viajó por todo el mundo buscando materiales para sus obras, que presentadas como obras de arte contemporaneo, subvierten los significados históricos y culturales de las formas originales. En muchas de sus pinturas se enfrentan dos sistemas decorativos distintos y se superponen colores y estampados modificando la sensación de espacio pictórico. Su obra constituye al mismo tiempo una alabanza y una refutación.

Miriam Schapiro y sus “femmages”

Combinaba la pintura acrílica con los collages de retales para construir obras de grandes dimensiones como Connection. Junto con sus colaboradoras, estudiantes del California Institute of the Arts, definió estas obras como femmage. “Pueden aplicarse varios criterios para determinar si una obra es femmage. No es necesario que todos se den en un mismo objeto, pero al menos debe reunir la mitad de ellos. 1) Debe ser obra de una mujer. 2) Las actividades de ahorro y recolección son ingredientes importantes. 3) Es preciso que se utilicen retales reciclados. 4) El tema debe estar enmarcado en el contexto vital de las mujeres. 5) La obra debe incorporar elementos de iconografías encubiertas. 6) El tema de la obra debe estar dirigido a un publico allegado. 7) La obra debe celebrar un evento publico o privado. 8) Debe reflejar el punto de vista de una cronista. 9) Debe incorporar dibujos o texto escrito cosido. 10) Debe contener imágenes recortadas y pegadas sobe otro material. 11) La secuencia narrativa debe incorporar imágenes reconocibles. 12) Las formas abstractas deben conformar un estampado. 13) La obra debe contener fotografías o algún tipo de material impreso. 1) Debe tener una vida funcional, además de estética. “Todos estos criterios se basan en la observación de muchas obras realizadas por mujeres en el pasado (…) este arte ha quedado excluido de la corriente artística dominante. ¿Por qué? ¿Qué es la corriente artística dominante? ¿Cómo puede corregirse una omisión de tales proporciones? (…) la cultura de las mujeres seguirá sin estar reconocida hasta que las propias mujeres observen su pasado con una mirada renovada. ¿Es necesario para solventar esta situación intentemos incorporar el arte tradicional hec
ho por mujeres en la corriente artística dominante? ¿Cómo podemos convencer a las autoridades de que lo que tachan de arte menor es digno de estar representado en la historia? La respuesta debemos buscarla en nosotras mismas compartiendo nuestra información sobre mujeres con otras mujeres.”

Rosemarie Trockel

Pertenece a la tercera generación de artistas alemanes que se dieron a conocer internacionalmente en los años 80. Sus compañeros eran casi todos hombres y pintores.
Ella fue prácticamente la única que se interesó por temas como el cuerpo o la construcción social del sujeto que tan relevantes son ahora. Así, en los años ochenta, Rosemarie Trockel realizó una serie de obras de punto que se han interpretado como comentarios sobre la producción de arte femenino y también como objetos de arte pop y minimalista. La artista introducía el punto en el masculino mundo de la pintura. Un punto producido por una máquina conectada a un ordenador, rescatando lo femenino del devaluado mun
do doméstico y relacionándolo con el masculino mundo de la producción. Los cuadros llevan motivos ornamentales conocidos: la hoz y el martillo, la esvástica, el conejito de playboy o el redundante signo de la lana. Otros son ácidos juegos semánticos: “cogito ergo sum” en vacilante letra redondilla, o en otro las frases “Por favor no me hagas daño” y “pero hazlo deprisa” en sendos bocadillos. Estos trabajos evocan lo femenino pero otras referencias amplían su enigmática resonancia ideológica poniendo en duda la función y el significado de los símbolos. Asi, la artista habla explicitamente de la “depreciación” que inenta infligir sobre los elementos visuales que ha seleccionado, que pierden su significado ideológico al quedar “purificados” como parte de un estampado geométrico. Trockel aborda los temas de que se ha “privado” al reino del arte reabriendo el debate sobre las categorías de la creatividad y al hacerlo, pretende postular una redefinición de la creatividad femenina histórica. Los motivos decorativos, presentados como autónomos y formales, ocupan el reino de la ambigüedad entre la figuración y la abstracción, desposeyéndose de su significado original y adoptando una identidad nueva e incierta.

Christine e Irene Hohenbüchler

Estas artistas centran la mayoría de sus trabajos en las labores “femeninas” tradicionales de coser, hacer punto y tejer. Las hermanas Hohenbüchler colaboran con grupos con dificultades de aprendizaje como presidiarios o personas con trastornos mentales, cuyos objetos y textos suelen entrelazarse con los de las artistas, describiendo así su estrategia en términos de autoría múltiple y ofreciendo este marco colaborativo, desafiándolas expectativas de los espectadores ofreciéndoles una obra que desdibuja las fronteras entre el arte y la artesanía y da voz a quienes quedan excluidos por la institucionalización social.

Pilar Albarracín

Esta artista sevillana en 1997 realiza una serie de objetos que profundizan en el discurso denunciador de la opresión de la mujer en la sociedad actual. “Pañuelos para llorar” es una serie de 9 pañuelos bordados con hilos de seda de los que se erige como protagonista una mujer que aparece constantemente llorando debido a diferentes circunstancias personales: por la pérdida de la libertad, Por amor, En soledad… La artista utiliza la técnica de la costura y el bordado para mostrar episodios dramáticos en la existencia de la mujer, marcados por el llanto; es una mujer que se muestra con aspecto frágil, infantil y de estética naïf, lo que potencia la dureza de las representaciones, mientras está rodeada por gruesas y abundantes lágrimas que, en ocasiones, la aprisionan.
También el bordado sobre tejido ha sido la técnica utilizada por Pilar Albarracín en obras como la serie de pañuelos titulada Campanilla (Geishas) (2001) y la serie de mantones de manila denominada Construcciones de Sueños (2001).

Bibliografía consultada:

Amelia Jones, ¿Cerrando el círculo? 1970-2008. El regreso del arte feminista. artículo publicado en la revista semestral de libros de arte y cultura visual Exit Book nº 9, 2008.

R. Paker & G. Pollock, Rivers Oram Publishers, Ltd., Londres, 1981.

Pedro A. Cruz Sánchez, El sexo sí importa, artículo publicado en la revista semestral de libros de arte y cultura visual Exit Book nº 9, 2008.

R. Parker, The Subversive Stitch: Embroidery and the Making of the Feminine, Londres, The Women´s Press, 1984.

Reflexiones a posteriori sobre la organización de “La Puntada Subversiva”, Pennina Barnett, en Nueva crítica feminista de arte, Estrategias críticas, ed. Cátedra, Universitat de València, 1998.

Patricia Mayayo, Historias de mujeres, historias del arte, Ensayos Arte Cátedra, 2ª edición, 2007 pgs. 72 a 78.

J. Chicago, The Dinner Party, A Symbol of Our Heritage, Nueva York, Anchor Press, 1979, pag. 53.

Comentario de Magdalena Abakanowicz citado en Barbara Rose, Magdalena Abakanowicz, 1994, en Arte y Feminismo, Phaidon, Edición de Helena Reckitt, 2005.

Melissa Meyer y Miriam Schapiro. “Femmage” 1978, en Arte y Feminismo, Phaidon, Edición de Helena Reckitt, 2005.

Arte y Feminismo, Phaidon, Edición de Helena Reckitt, 2005.


lunes, 20 de julio de 2009

Las recientes agresiones sexuales y la culpabilización de las víctimas por los ideólogos de la derecha.

Estupefactos asistimos al tratamiento que por parte de la prensa "seria" -habría mucho que deslindar dentro de los medios de comunicación teóricamente enmarcados en esa etiqueta- se está dando a las terribles noticias sobre las violaciones colectivas de la semana pasada. Como suele ocurrir en estos casos, y repitiendo la expresión tópica a la que siempre se recurre, "se ha abierto un debate". Debate que comienza, cómo no, por las medidas punitivas: es necesaria, dicen, una reforma de la ley del menor. Lo dice el Partido Popular, que en desgracias semejantes no pierde ocasión de blandir la antorcha de la venganza, sabedor de que parte del pueblo los seguirá con piedras y palos. Desde luego que nadie puede dar lecciones a los autores de este blog de sensibilidad y dolor por cualquier clase de agresión contra las mujeres, y especialmente si tales lecciones provienen de quienes con sus ideas han convertido, a lo largo de la historia, a uno de los sexos en ciudadanas de segunda. Pero lo cierto es que las voces más autorizadas del Derecho Penal -las voces de la ciencia, no de la sumisión administrativa a los partidos políticos de uno u otro signo- nos explican el efecto contraproducente que puede tener la medida represiva, sin más, en los supuestos de violencia sexual. Por comentarlo en términos llanos, digamos que el riesgo para el agresor que supone una condena grave puede impulsarlo a completar su acción con un asesinato y posterior desaparición del cadáver. Así de simple. ¿Quiere esto decir que deben aplicarse penas "blandas" para los causantes de, sin duda, los crímenes que más ofenden a nuestra mente racional? En absoluto, todo lo contrario, penas ajustadas a su actuación con todos los rigores que la ley recoja. Se trata únicamente de que concienciarnos de que "la solución" en estos casos no consiste simplemente en coger la antorcha. Y, sobre todo, que de nada sirven las medidas punitivas si no se entiende y se ataca el origen de la violencia.
Y aquí es donde nos adentramos en el fondo más espeluznante de este problema. El segundo debate que se "ha abierto" es sobre los valores de la juventud. Leamos algunas perlas del diario ABC:
-Esta es la raíz del problema de acuerdo con el director de ABC Sevilla, en su artículo de veinte de julio: la "política educativa sectaria e ideologizada que cercena la libertad de los padres de elegir la educación que desean para sus hijos. La nueva consejera de Educación, Mar Moreno, se ha cargado en lo que lleva de mandato los conciertos con los colegios no mixtos por una cuestión ideológica, sin contar con los afectados y haciendo gala de un despotismo que no cuadra con la oferta de consenso del presidente". Acabáramos. La segregación entre sexos, niños por un lado, niñas por otro, es la clave del asunto. La educación franquista, vamos. Con independencia de que se trata de un debate pedagógico completamente superado, salvo en los reductos ultracatólicos, esta medida no deja de resultar ridícula en los tiempos que corren: en primer lugar, porque se trata de poner puertas al mar durante un reducido horario escolar; pero lo más importante es que la segregación no sólo resulta discriminatoria desde el punto de vista jurídico, sino que contribuye sobremanera a la desigualdad, a la contemplación del otro sexo como extraño desde sus mismos fundamentos educativos. Del machismo, por cierto, no aparece una palabra en este artículo.
-Juan Manuel de Prada, con su prosa pegajosa habitual -leerlo es como masticar un caramelo de toffe- escribe el 18 de julio, con motivo de la primera violación, un artículo titulado "bestias babeantes de flujos" (!!) en el que comenta lo siguiente: "Esa niña violada mancomunadamente ha crecido -como los niños que la han violado- en un clima moral que banaliza los afectos e incita -también desde la propia escuela- a «vivir en plenitud la libertad sexual». Un clima moral que, desde instancias de poder, promueve la ruptura de los vínculos humanos y combate denodadamente la noción de autoridad familiar (...) En un clima moral donde la sexualidad es tratada como cosa inocente, concediéndosele una igualdad con experiencias elementales como el comer o el dormir; donde se exhorta a una festiva promiscuidad; donde niños y adolescentes son educados en la satisfacción primaria del deseo, liberado de tabúes e inhibiciones; donde se preconiza que todo afecto y emoción admite una traducción en «conducta sexual»... es natural que surjan caracteres deformados como el de esos muchachos monstruosos de Baena" Aquí la derecha la se despendola sin tapujo alguno: la culpa es de la llamada "libertad sexual". Como vemos, se equipara en cuanto a sus perniciosos efectos a los violadores y a la violada. No repara tan fino analista en el hecho de que son seis o siete los chicos que violan a una chica, no repara en que no conocemos noticias de seis o siete niñas que desnuden a otro menor de su edad y abusen de él. Si las "tormentas de hormonas" de las que habla en su artículo afectan por igual a hombres y mujeres, ¿cómo es que estas últimas no buscan su propio placer por medio de la coerción sobre otros seres humanos? La educación en igualdad es algo que ni se contempla, por supuesto. La clave es la vida de castidad cristiana (risa amarga nos provoca pensar cómo se ejercía por el sexo masculino esa "castidad" en tiempos pasados), porque en el momento en que una mujer decide tener relaciones sexuales, puede ser "natural" que "monstruos" semejantes la violen. No hace falta ser muy suspicaces para entender que en este texto se culpabiliza en mayor medida a las niñas como provocadoras o detonantes de una desgracia "natural" y, por tanto, incontrolable. Con todo, la ausencia más flagrante del artículo es la referencia a la propia violencia: tal pareciera que nos encontrásemos ante supuestos en que una mujer, tras mantener numerosas relaciones sexuales, hubiese contraído una enfermedad contagiosa. Nada tiene que ver la supuesta exhortación a la "festiva promiscuidad" de la que habla Juan Manuel de Prada con la coacción física, y el paso de una a otra es, ni más ni menos, cuestión de desigualdad entre sexos, consideración de la mujer como "objeto" de placer, por supuesto inferior a los hombres (ese infame colegueo que lleva al chico de Baena a compartir "su chica" con otros cinco amigos). Pero un mínimo rigor, inteligencia y humanidad en el análisis sería demasiado pedir para un autor que prostituye cualquier tema en favor de su prosa rimbombante. El autor de Coños, librito en el que daba lírica cuenta -con la excusa literaria del homenaje a Ramón Gomez de la Serna- de "El coño de las desconocidas", "El coño de las vírgenes", "El coño de la tenista", "El coño de las niñas", «El coño de las viudas», «El coño de las putas» y «Coños en la morgue», etc., ahora se ha convertido en adalid del catolicismo cañí, donde ha encontrado buen acomodo despues de llamar a las puertas de la línea anglosajona -Javier Marías- y ser rechazado. En fin, ahí está como personaje pintoresco de las letras españolas, triunfando entre los lectores varones, conservadores y radicalizados de más de sesenta años, y guardando en un armario el cuadro impoluto de un escritor que un día quiso ser joven.
-La tercera de las perlas es quizá la más cándida pero también la más elocuente. Escribe Laura Campmany el mismo 18 de julio: "A poco que a este caso le levantes los flecos, se vislumbra una culpa colectiva. La de cada vez más adolescentes que creen poder tomar lo que desean aunque lo que deseen sea un ser humano. La de niñas que pagan con una pesadilla el miedo a lo precoz de sus hazañas. La de padres que olvidan su deber o derecho a imponer unas normas a sus hijos que nos y les protejan. La de una sociedad desvertebrada, superficial, inerme, descreída, ignorante, banal, idiotizada. Nadie aquí se merece lo ocurrido, pero han faltado muchas bofetadas." Cuesta creer que, dadas las circunstancias, alguien haya podido reprochar a las víctimas "lo precoz de sus hazañas". La propia palabra hazañas equivale a un dedo acusador que como poco resulta inmoral para quien tanta moral predica. Fijémonos igualmente en que cuando habla de los que toman lo que desean, aunque sea un ser humano, utiliza la expresión "cada vez más adolescentes", no se atreve la buena señora a hablar de niños, hombres, varones, no vayan a tildarla de feminista, tras tantos años de servicio. Pero si algo nos produce repulsa es la frase "nadie aquí se merece lo ocurrido".
Esta reflexión merece un punto y aparte para hablar de las dos varas de medir que utiliza la derecha: hay crímenes, como los de ETA, en los que no cabe hacer la más mínima mención a entender al otro, dialogar, analizar la situación en conjunto, las posibles culpas colectivas, etc. Vamos, cualquier alusión a ese respecto provoca artículos encendidos, venas hinchadas en las tertulias y manifestaciones que no bajan de "un millón de personas según los organizadores". Pero en lo que atañe a la violencia de género, problema infinitamente más grave que el del terrorismo, le pese a quien le pese, empezando por el punto de vista estrictamente estadístico (no sólo en cuanto a los asesinatos, sino también en lo que se refiere a las decenas de miles de medidas activas -alejamientos, pulseras GPS, etc.- que se adoptan cada año, y que se traducen en otras tantas víctimas), las culpas son inequívocamente colectivas. Aquí sí que hace falta reflexionar sobre aspectos educativos, comprender al agresor, examinar la conducta de las agredidas, etc.
Frente a tanta infamia, no es de sorprender que el electorado progresista se encuentre desmotivado en ocasiones. No encontramos en el debate público voces intelectualmente fuertes que respondan a tales sinsentidos. La izquierda, en el poder o fuera de él, se esfuerza tanto en mostrar su perfil "institucional" que poco a poco va perdiendo terreno en el ámbito de la transmisión pública de ideas. En Cuarto Propio juristas consideramos que un responsable del Ministerio de Igualdad debería acudir a cada entierro, o a apoyar a las familias en casos como los lamentables de estos días, para manifestar con su presencia cuál es la raíz del problema, por mucho que incomodase. La brecha tan grande que existe entre el activismo y la lucha ciudadana en al ámbito individual, asociativo, o en la web, y la representación en la vida política de esas mismas ideas no puede seguir creciendo. No jugamos demasiado.

viernes, 17 de julio de 2009

Ni golpes de Estado ni golpes contra las mujeres


La resistencia del movimiento feminista en Honduras en defensa del Instituto de la Mujer, nos parece encomiable y nos hace reflexionar acerca de la importancia y necesidad urgente de que, hoy mas que nunca, mujeres y hombres de todo el mundo defendamos nuestros derechos humanos y constitucionales, en el caso de las mujeres muchos de ellos obtenidos con las conquistas de la lucha feminista. Y es que a las mujeres nada les ha sido entregado de manera "gratuita". Y si hoy podemos decidir si queremos o no ser madres (en la Comunidad Valenciana, veremos...) , tener voz y voto en lo público, acceso al trabajo, divorciarnos, tener propiedades, abrir una cuenta bancaria, amar a otra mujer, etc., etc., no debemos olvidar que todos esos derechos han sido conquistas ganadas a pulso por la lucha de nuestras antecesoras. Por eso, esta mañana al escuchar a las compañeras feministas de Honduras manifestándose en rechazo por la toma del Instituto de la Mujer por el gobierno golpista de Micheletti, nos hemos sentido orgullosos y desde nuestro blog les decimos:
¡Mucho ánimo y fuerza compañeras, el Instituto de la Mujer de Honduras os pertenece!
Aquí os dejamos estos enlaces que os informarán mejor por gentileza de nuestras amigas Cicatrices Transgénicas

lunes, 13 de julio de 2009

Breves apuntes sobre la constitucionalidad del anteproyecto de Ley Orgánica de salud sexual y reproductiva e interrupción voluntaria del embarazo.

Pese a la propaganda de la caverna y aledaños, que tratan de sentar como verdad catedralicia la de una supuesta imposibilidad constitucional de una ley de plazos, la clave de su adecuación a la Carta Magna puede encontrarse precisamente en la STC 53/1985, pese a que con frecuencia es utilizada ante la opinión pública, precisamente, como una barrera jurisprudencial. Así, en su fundamento jurídico quinto se señala: “El artículo 15 de la Constitución establece que «todos tienen derecho a la vida». La vida es un concepto indeterminado sobre el que se han dado respuestas plurívocas no sólo en razón de las distintas perspectivas (genética, médica, teológica, ética, etc.), sino también en virtud de los diversos criterios mantenidos por los especialistas dentro de cada uno de los puntos de vista considerados, y en cuya evaluación y discusión no podemos ni tenemos que entrar aquí. Sin embargo, no es posible resolver constitucionalmente el presente recurso sin partir de una noción de la vida que sirva de base para determinar el alcance del mencionado precepto. Desde el punto de vista de la cuestión planteada basta con precisar:
a)
Que la vida humana es un devenir, un proceso que comienza con la gestación, en el curso de la cual una realidad biológica va tomando corpórea y sensitivamente configuración humana, y que termina en la muerte; es un continuo sometido por efectos del tiempo a cambios cualitativos de naturaleza somática y psíquica que tienen un reflejo en el status jurídico público y privado del sujeto vital.
b) Que la gestación ha generado un tertium existencialmente distinto de la madre, aunque alojado en el seno de ésta.
c) Que dentro de los cambios cualitativos en el desarrollo del proceso vital y partiendo del supuesto de que la vida es una realidad desde el inicio de la gestación, tiene particular relevancia el nacimiento, ya que significa el paso de la vida albergada en el seno materno a la vida albergada en la sociedad, bien que con distintas especificaciones y modalidades a lo largo del curso vital.
Y previamente al nacimiento tiene especial trascendencia el momento a partir del cual el nasciturus es ya susceptible de vida independiente de la madre, esto es, de adquirir plena individualidad humana.
De las consideraciones anteriores se deduce que si la Constitución protege la vida con la relevancia a que antes se ha hecho mención, no puede desprotegerla en aquella etapa de su proceso que no sólo es condición para la vida independiente del claustro materno, sino que es también un momento del desarrollo de la vida misma; por lo que ha de concluirse que la vida del nasciturus, en cuanto éste encarna un valor fundamental -la vida humana- garantizado en el artículo 15 de la Constitución, constituye un bien jurídico cuya protección encuentra en dicho precepto fundamento constitucional.”

Buena parte de las voces que desde el ámbito jurídico se muestran contrarias a la constitucionalidad de una ley de plazos atienden exclusivamente a este último párrafo, obviando los que hemos subrayado, y que nos hablan de que en ese proceso evolutivo de la vida en gestación se traviesan diversos estadios capaces de modular la protección jurídica que merezca el nasciturus, con especial relevancia del momento en que desde el punto de vista médico pueda considerarse “plena individualidad humana”. Esto quiere decir que constitucionalmente resulta plenamente admisible una ley de plazos siempre que desde el ámbito de la ciencia se determine en mayor o menor medida ese momento en que se configura la vida independiente, y en este sentido, es desde las 24 semanas cuando la ciencia médica (no militante) atribuye esa condición al feto. Pero en todo caso, y ateniéndonos al punto de vista jurídico, consideramos que la doctrina constitucional avala por completo la ley de plazos. Este es el criterio igualmente defendido por la profesora Altamira Gonzalo en su comparecencia ante Subcomisión del Congreso de los Diputados en Materia de Interrupción del Embarazo, el 19 de diciembre de 2008[1], que asimismo señala que la propia sentencia hace referencia a la necesidad de legislar de manera acorde a los países de nuestro entorno.
No obstante, pensamos que sería necesario que el Tribunal Constitucional fijase de manera clara su doctrina atendiendo a la necesaria ponderación del derecho a la vida junto con otros derechos fundamentales. Y así, en ese período de gestación han de considerarse prevalentes los numerosos derechos fundamentales de la mujer implicados en el supuesto, en la línea de la sentencia del Tribunal Supremo norteamericano Roe v. Wade (1973), según la cual el aborto es un derecho constitucionalmente garantizado a la mujer; derecho constitucionalmente garantizado cuyo fundamento último se hallaría en la «privacy» o intimidad: decidir si continuar una gestación formaría parte de ese recinto de cuestiones esencialmente privadas, en las que nadie está autorizado a inmiscuirse. A lo que podríamos añadir el libre desarrollo de la personalidad, la dignidad, etc. Por el momento, en el debate público de nuestro país, los derechos de la mujer parecen haberse dejado de lado frente a la discusión centrada exclusivamente en los del feto: y así, si desde una determinada concepción religiosa se considera que la “vida” comienza en el mismo instante de la concepción, siempre habrá informes “científicos” ad hoc que bajo esa inspiración religiosa avalen dicha interpretación, lo que nos da a entender que sólo dejando de lado las interferencias religiosas, y permitiendo que los y las científicos y juristas hagan su trabajo en libertad, podrá elaborarse una ley ajustada a derecho y podrá el Tribunal Constitucional pronunciarse ajeno a cualquier presión social (propósito utópico, nos tememos)[2].

[1] http://www.mujeresjuristasthemis.org/comparecenciaaborto.pdf
[2] Como señala Manuel Pulido Quecedo en el trabajo (Libertad religiosa y los límites constitucionales de las creencias religiosas, Repertorio Aranzadi del Tribunal Constitucional núm. 12/2002 Parte Tribuna Editorial Aranzadi, SA, Pamplona. 2002), el Tribunal Constitucional no ha estudiado a este respecto “la cuestión nodal, como no lo hizo en la STC 46/2001, cual es preguntarse: ¿es lícito que el dogma de una religión anteponga las creencias a la vida? ¿Tienen límites las religiones o las creencias religiosas en su veste externa?, en sus relaciones con terceros o sobre aquellas que afectan a la vida en sociedad por el simple hecho de alegar creencias, sean compatibles o no con los valores constitucionales?” Proponiendo el autor, con el que no podemos estar más de acuerdo, un “mínimo ético, que en una sociedad democrática las propias religiones deben observar, y que, en nuestro caso, no puede ser otro que el límite de los derechos fundamentales y libertades públicas”.