miércoles, 29 de abril de 2009

Violencia de género: dos terrones, por favor.

Nos llega hoy la noticia sobre la censura de un vídeo de la organización Women's Aid, dedicada a la lucha contra la violencia de género y el maltratato infantil, por razón de su contenido violento. Está protagonizado por la conocida actriz Keira Knightley, y dirigido por Joe Wright -'Expiacion'-. En él se muestra a una actriz que, al acabar su trabajo, regresa a casa y comienza a sentir el miedo; a través de pequeños gestos -la silueta del hombre en la ventana, el espejo roto, las llaves de casa depositadas junto a pequeñas máculas de sangre- se nos va mostrando el tránsito de un mundo luminoso y agradable -el de la profesión de la protagonista, el de "fuera de casa" en realidad, y por ello extrapolable a cualquier víctima- a otro de una oscuridad que por contraste se hace aún más terrible. El cineasta tiene el acierto de no mostrarnos el rostro del agresor -puede ser cualquiera, no podemos detenernos a considerar sus motivos-, sino sólo el de la actriz -de paso se nos transmite que nadie, ni siquiera las más famosas y adineradas están libres de padecer esta situación-, cuyo intento de diálogo se ve cortado por un golpe al que suceden otros, ya en el suelo, mientras la cámara se aleja y muestra el mensaje de la organización.
No pretendemos juzgar la oportunidad o procedencia de esta clase de estrategias de comunicación para concienciar a la sociedad sobre la violencia de género. Únicamente opinamos que el vídeo está respetuosamente realizado, ajeno a efectismos, impactante, como no podía ser de otro modo, y que podría resultar bastante efectivo. Lo que cuesta entender o aceptar es que el organismo regulador de la publicidad en el Reino Unido lo haya considerado 'demasiado violento' con vistas a su reproducción pública. Basta encender las televisiones y sentarse un rato para recibir toda clase de imágenes violentas: desde futbolistas repartiéndose patadas, insultos y puñetazos a niños golpeándose contra paredes -en esos programas supuestamente graciosos de grabaciones caseras-, escenas de ficción gratuitamente sangrientas, accidentes de circulación, operaciones de cirugía estética, maltratos a animales, etc... Y sin embargo, lo que ha provocado escándalo, es que se nos muestre -insistimos, con bastante respeto y buen criterio- que muchas mujeres son golpeadas de la manera más cruel en el infierno doméstico en que los agresores han convertido su vida.
Semejante muestra de hipocresía nos hace reparar en el hecho de que la mayoría de las campañas de maltrato eluden cualquier mínimo acercamiento a la explicitud. La sociedad, que acepta y aun aplaude las exposición de vísceras en otros ámbitos, parece precisar dos terrones de azúcar para digerir el maltrato de hombres hacia mujeres. Por ejemplo, en campañas como ésta, denominada 'Sal pitando', organizada por una entidad local y por importe de nada menos 70.000 euros -y presentada, en entre otros, por la actriz Isabel San Sebastián... dejamos simplemente constancia de ello-. Consistía la acción en repartir carteles y dípticos en los que con un agradable tono naranja se mostraba a una mujer tocando un silbato. "Sal pitando" contra el maltrato, era el lema. Nos cuesta refrenar el lamentable sarcasmo que provoca esta genialidad. Limitémonos a señalar que la idea de "salir pitando" resulta cuando menos de una frivolidad insultante, especialmente cuando la ligamos con la acción central de la campaña: concentraciones de unos minutos en distintos pueblos en las que los allí presentes tocaban el silbato al unísono. Luego, cada uno a su casa, y un puñado de carteles pegados por ahí hasta que los cubra cualquier anuncio de un club con DJ residente y consumición gratis. Con independencia de la inanidad del mensaje (no habría estado de más que el "salir pitando" no explicase hacia dónde, y concretamente hacia la denuncia, con expresión de los medios y medidas legales que, bien que mal, se han puesto en marcha para proteger a las víctimas), lo que pone de manifiesto es la necesidad creada por las mentes pensantes de este tipo de cosas de que las imágenes sean completamente pulcras, agradables e inocuas. Ese grupo de gente tocando el pito en los carteles serviría igualmente para recordarte en último plazo de presentación del IVA o para anunciar un producto contra la celulitis.
Por ello consideramos que, aunque no exista la campaña de comunicación perfecta, lo mínimo que se le puede pedir es que nos permita identificar el problema. Sugeriríamos, pues, a esta clase de organismos reguladores que en vez de censurar la realidad más cruda e incómoda se ocupasen en censurar la estupidez.
Afortunadamente, en la era de internet, más libre de lo que a muchos les gustaría, un millón de personas han visto ya el vídeo en unos pocos días. Podéis encontrarlo aquí, y también en youtube. Y, ya de paso, no dejemos de difundir cuanto podamos el teléfono contra el maltrato, ya que otros se olvidan de ello: 016.

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