jueves, 10 de diciembre de 2009

"El País" insiste en su enloquecida campaña antiabortista. Rosa Díez deja de ser un nasciturus.

Lamentamos tener que abundar en un tema tan desagradable, pero es que cada mañana crece nuestra estupefacción. Firmes en nuestra decisión de no volver a dar un sólo euro a los responsables de la novedosa línea editorial de El País, nos hemos encontrado hojeándolo en un café con el tercer artículo antiabortista, y el quinto antifeminista, en apenas tres semanas. Textos que, insistimos, ocupan un lugar central dentro del periódico.
Ahora le toca a Rosa Díez, y el hecho de que sea ella no deja de resultar sarcáastico. El 19 de enero del presente año, la líder de UPyD escribía en su blog un indignado alegato contra el boicot a que la sometía El País:
Les decía que a izquierda y derecha (es un decir) arrecian los "artículos" explicando por qué no hay que votarnos. Los más cercanos al poder instituido ( o sea, al PSOE) cumplen bastante bien la consigna de la "patronal" que es la de de ignorarnos: sencillamente no existimos. Así nadie de sus lectores o escuchantes podrá plantearse siquiera la posibilidad de darnos su confianza. Pero de vez en cuando se les escapa algún espontáneo como Cercas en El País o el nunca suficientemente bien ponderado director de El Plural que se sienten obligados a insistir en que somos un partido a la derecha de la derecha española.
No era nada nuevo, pues desde un principio, tanto en sus declaraciones como en los comentarios políticos que diversos analistas realizaban en los medios de comunicación, la figura de Rosa Díez, sencillamente, no existía para el diario El País.
Ahora, de repente, ha cobrado vida para añadir un granito de arena más en la campaña del diario contra el proyecto de ley que regulará, dentro del marco de la salud reproductiva, la interrupción voluntaria del embarazo. Reiteramos que, justo cuando la movilización de los sectores reaccionarios de la sociedad es más agresiva, este periódico que ha vivido durante décadas de su supuesta orientación progresista, ha decidido abrir sus salones más lustrosos -la sección de opinión- a toda una serie de articulistas manifiestamente contrarios a esa ley, y abiertamente ofensivos contra las mujeres.
Podríamos detenernos a analizar y rebatir el artículo de Rosa Díez, pero lo cierto es que merece más bien poco la pena. Parte de una frase de Fernando Savater: "Yo creo que es muestra de salud moral el que una persona dude antes de abortar, aunque el feto tenga una semana", lo que nos indica a las claras por dónde van los tiros: el retorcido planteamiento de la derecha según el cual esta ley prácticamente "obligará" (?) a las mujeres a abortar, y promoverá frenéticas orgías en las zonas de botellón todas las semanas, puesto que unos días después las jovencitas pasarán por el quirófano como quien se toma un té de jazmín. Semejante interpretación absurda de una ley amparada en el derecho comparado y las resoluciones de los organismos y tribunales internacionales más relevantes (por quedarnos exclusivamente en los argumentos jurídicos, sin acudir a los de género) no sólo esconde mala fe, sino precisamente la frivolidad que la Sra. Díez afirma denunciar.
Como la autora no se atreve a decir las cosas directamente -que el nasciturus ha de prevalecer siempre sobre la mujer-, construye párrafos que deberían estudiarse en las Facultades de Filología como ejemplos perfectos de incongruencia semántica:
"(...) lejos de favorecer y reforzar los derechos de las mujeres y la igualdad entre sexos, consigue el efecto contrario, pues según el proyecto, cualquier mujer podría rechazar una "maternidad no decidida libremente", mientras que el médico o las personas que provoquen un aborto fuera de los casos permitidos en la ley sí pueden ser condenados a pena de prisión de uno a tres años e inhabilitación especial"
Está claro: el proyecto de ley va directamente contra las mujeres, vamos, es un atentado intolerable hacia su libertad. Asimismo critica que la regulación de la interrupción voluntaria del embarazo se enmarque en la de la educación sexual y la salud reproductiva, desconociendo el sentido jurídico de este último término y su utilización en el derecho comparado. Obvia el hecho de que a través de la educación sexual se pretende precisamente evitar los embarazos no deseados, porque reconocerlo así echaría por tierra su argumentación. Y el caso es estar en contra, por motivos que sólo ella sabe y no nos acaba de explicar (¿electorales, de reorientación ideológica, religiosa o personal?).
En cualquier caso, volvemos a decir lo mismo: su opinión es perfectamente respetable y discutible. Lo inaudito es que El País haya lanzado estas cinco andanas antifeministas en unas pocas semanas. Permanezcamos atentos a su sección de opinión: cualwuier día de estos aàrecerá Rouco Varela, o César Vidal.
Desde el mundo masculino más apolillado siempre se ha reprochado a "las mujeres" su desconocimiento del fútbol. Quizá esto sirva para que efectivamente conozcan la importancia del fúmbo en sus vidas o, más concretamente, de sus derechos de retransmisión.
También estamos aprendiendo sobre algunas debilidades propias de la naturaleza humana, como la cobardía. Ésa que lleva a un medio de comunicación como El País a darle bofetadas a Zapatero en la cara de Aído y, por ende, en la de tantas mujeres que llevan decenios luchando para hacer de éste un mundo más justo, libre, igualitario y digno.

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