viernes, 20 de noviembre de 2009

Enrique Lynch se desmelena en El País. Revanchismo de género, efectivamente.

Pobre señor Lynch, al que expresamos nuestra solidaridad por los dolores que sufre en el ámbito más íntimo de su existencia, dolores que desconocemos en su concreción pero que se intuyen con impúdica elocuencia a lo largo de este triste bramido en forma de artículo. Algo le habrá ocurrido últimamente -¿alguna periquita que no ha caído, quizá?- para desmelenarse de ese modo. No le faltarán ofertas a partir de ahora por parte de Intereconomía, La Cope, Libertad Digital y demás medios libres con el fin de que continúe hablando de y practicando el revanchismo de género. Ha llegado mucho más lejos que ellos.
Decimos que se hacen evidentes sus frustraciones personales -no nos perdamos este párrafo: ¿Tienes problemas con tu hombre? Escupe sobre él, maldice sus muertos, cámbialo ya mismo por otro, acaba con él; y si es preciso, tíralo por la ventana. No te cortes, que estás en tu derecho- porque no de otro modo se puede explicar la rabia con que escribe y tergiversa acerca de las mujeres, a raíz de un mero cartel publicitario en que aparece el lema: "De todos los hombres que haya en mi vida ninguno será más que yo". Cualquiera puede entender que el contenido del mensaje es simplemente igualitario. Ningún hombre será más que yo, lo que no quiere decir, como ha interpretado el malherido escritor, que ese yo sea más que todos los hombres. En todo caso no merece la pena detenerse mucho en el análisis del escrito del señor Lynch, a tenor de su rigor intelectual: las ideas que expresa en este texto tienen fundamento en los videoclips, imágenes publicitarias e impresiones -o dolores- personales, nada menos. Son opiniones semejantes a las que se jalean en cualquier taberna, entre amigotes, con unas cuantas cervezas en la barra, la champions en la tele y un poster con una tía en bolas frente a los ojos vidriosos y las bocas babeantes de los coleguitas. Lamentablemente, no podemos detenernos en tan fino análisis. Tenemos mucho que trabajar y estudiar.
Aun así, nos llama la atención el mensaje de que las mujeres están comportándose muy agresivamente con los hombres. Que ellas mismas han educado machos violentos, y luego van y con su actitud los provocan. Y el subrayado de que ahora, las muy ladinas, ya no lloran "ni piden perdón" -olé tus huevos de macho, Enriquito- cuando se rompe un amor, sino que "se calzan unas botas de caña alta" y "se atizan un atuendo de perdularia". No obstante, la hilaridad y la vergüenza ajena que provoca el artículo llega a rozar la indignación cuando afirma que todo esto no ha hecho sino "aumentar de forma alarmante la tasa anual de actos de violencia machista al lanzar a las mujeres al choque con machos ignorantes y brutales". Es decir, claramente, sin ambages, la culpa es de las propias mujeres. La ignorancia y la brutalidad masculinas son fenómenos de la naturaleza, un poco como cuando alguien entra en el territorio de un león y lo perturba. A quién se le ocurre. ¿Puede dejar el león de ser león? Claro que no, lo que pueden hacer las intrusas es dejar de perturbarlo. Tal vez deberíamos acudir al funeral de cada una de las muertas semanales y recriminárselo.
Pero, insistimos, no merece la pena analizar un eructo. Tan sólo una reflexión y un consejo, para terminar:
-La reflexión: mientras los medios conservadores y liberales manifiestan día a día su inequívoca militancia en cualesquiera cuestiones políticas y sociales, la izquierda ha decidido que, ante todo, la neutralidad. Es imposible que un artículo rigurosamente escrito acerca de cuestiones de género aparezca en cualquiera de los medios a que hemos hecho referencia al principio. Sin embargo, El País, en aras de esa presunta neutralidad o respeto a la libertad de expresión, no tiene problemas en que un artículo tan cruel que parece una broma adolescente alcance la notable difusión con que cuenta el periódico que lo acoge. ¿Se trata, de veras, de libertad de expresión, o de una mera cuestión de filtrado con criterios de calidad y exigencia? Ningún problema tiene el movimiento feminista en admitir la discrepancia y dialogar con ella, así se lleva haciendo desde hace siglos. Pero este artículo tan insultante, despectivo, injusto, manipulador, burdo y salvaje no debería haber tenido cabida en un medio de prensa que se dice progresista, o que aunque no lo diga tiene entre su público natural el de los lectores progresistas, a los que sin duda dirige sus contenidos. Esperamos una rectificación vía defensora del lector o de cualquier otro modo, y de no ser así invitamos a todas nuestras amigas/os a que dejen de comprar inmediatamente este periódico tan exquisitamente neutral y equidistante. Tanto, que ha dado cobijo a un panfleto fascista que dudarían muy mucho en publicar los medios ídem.
-El consejo: estimadísimo señor Lynch, gracias, muchas gracias. La lectura de su texto nos sirve a muchos y muchas de estímulo. La parte masculina de Cuarto Propio juristas lo ha utilizado de contraste consigo mismo, y le ha alegrado el día al sentirse orgulloso de lo que es y de cómo es. Ser hombre, por comparación, ha resultado edificante esta mañana. Así que nos permitimos apiadarnos de su amargura y darle un consejo: acuda a las páginas de contactos de ese mismo periódico que le ha dado un altavoz, y desahoge allí sus frustraciones. Precio mediante, por desgracia, encontrará mujeres como las que necesita, sin revanchismos. Se pondrán la bota de caña, si lo desea, y hasta llorarán y pedirán perdón. Tal vez eso lo devuelva a un mundo que añora, y que las feministas, poco a poco, y mal que le pese, están cambiando.

1 comentario:

Raúl Masa dijo...

Hola.
Soy Raúl Masa. Les he dejado un correo en la dirección que ofrecen de contacto.